¡MI BARRIO UNIVERSITARIO!

Es uno de los sectores más tradicionales del centro de Santiago, la apacible tranquilidad de años atrás ya no existe. La juventud ha transformado ese lugar en un inquieto barrio de universitarios. Los locales de comida rápida, los carritos de sopaipillas, los institutos y universidades, las fotocopiadoras, los bares que abren a mediodía y jóvenes por todos lados son los elementos que le dan vida al Barrio República.

15 de noviembre de 2006

Crónica

La tía del quiosco
“La tía Florcita” tiene un pequeño negocio en la Plaza Manuel Rodríguez donde vende revistas, chicles, cigarros y dulces. Es una mujer tranquila, paciente, esforzada y extremadamente feliz, que ha sabido adaptarse a los cambios del Barrio República.
Por Carolina Gana

Es uno de los sectores más tradicionales del centro de Santiago, la apacible tranquilidad de años atrás ya no existe. La gran cantidad de locomoción colectiva y las construcciones de grandes edificios han dado paso a la intolerable contaminación
acústica y la juventud ha transformado ese lugar en un inquieto barrio de universitarios. Los locales de comida rápida, los carritos de sopaipillas, los institutos y universidades, las fotocopiadoras, los bares que abren a mediodía y jóvenes por todos lados son los elementos que le dan vida al Barrio República.

Carmen Flor Ortega, más conocida como “la tía Florcita” por sus clientes, tiene 59 años y nació en este barrio. Vivió toda su vida en una humilde casa amarilla que tenía vista a una plaza, donde su madre tenia instalado un carrito para vender dulces.
Cada vez que carmen se iba a la escuela, ella le permitía sacar algo del pequeño negocio para llevárselo de colación. A los 16 años se integro al mundo laboral; empezó a trabajar como asesora del hogar en una modesta casa en Providencia. Luego tuvo dos hijos, un niño y una niña, con el único hombre se su vida, Juan Muñoz.Junto a su familia se compro un departamento en Maipú, pero al poco tiempo debieron abandonarlo y regresar al centro, ya que doña Carmen extrañaba
demasiado su lugar natal.

A los 35 años, Carmen Ortega se transformaría en “la tía Florcita”. Su madre había muerto de cáncer y ella era la única heredera del pequeño carrito que se había transformado en un quiosco hace algunos años.

Por órdenes municipales, la nueva dueña del local tuvo que trasladarlo a la esquina de enfrente, lidió con las autoridades, enfrentó dos robos y fue sancionada por inspectores de sanidad por tener perros alrededor de su negocio. Jamás había tenido tantos problemas en menos de dos años. Carmen ha debido adaptarse a las transformaciones de este barrio, que cada vez es más público, más lleno de gente, de turistas y de movimiento. Definitivamente las cosas ya no son como antes, pero para esta mujer nada es un obstáculo para seguir adelante.

“La tía Florcita” fue bautizada hace unos 20 años por un grupo de estudiantes publicistas, que iban de lunes a viernes a comprarle el diario y dulces a la hora de almuerzo. Ella ya comenzaba a quererlos. En realidad, sus mejores clientes eran jóvenes menores de 25 años, con los que compartía todo el día. Universitarios que buscan sombra y tranquilidad en aquella plaza, o reunirse con otros para carretear, siempre pasan por el local a comprar, preguntar direcciones, o simplemente a conversar con la amistosa tía del quisco.

A pesar de todo, Carmen dice estar totalmente feliz con su vida, hijos, nietos y trabajo. La ubicación de su local colabora con su felicidad económica. En la esquina de Toesca con Almirante Latorre, en la Plaza Manuel Rodríguez, se encuentra uno de esos típicos quiscos verdes, tapizados con diarios y revistas de todos los estilos, con una minúscula ventana donde se pueden percibir los rasgados ojos cafés, la tez morena, la abundante melena castaña y la gruesa contextura de “la tía Florcita”, que siempre con tono suave y alegre atiende a su publico cariñosamente:

- Como esta mijita linda, ¿en que la puedo ayudar?